Un trascendental estudio demostró que el patrullaje de la Amazonía efectuado por pueblos indígenas en busca de deforestación, con teléfonos inteligente y datos satelitales, puede constituir una fuerza poderosa en la lucha contra la crisis climática.
El ensayo controlado y aleatorizado en la Amazonía peruana evaluó los efectos de los monitores forestales de la comunidad indígena equipados con alertas satelitales, sobre la reducción de la deforestación.
El estudio halló una caída del 52% en la deforestación el primer año y del 21% el segundo año, en comparación con comunidades similares que no adoptaron esta estrategia. La reducción de la pérdida forestal se concentró especialmente en las comunidades que enfrentan las amenazas más acuciantes por la minería ilegal del oro, la tala, y la plantación de cultivos ilícitos como plantas de coca usadas para la fabricación de la cocaína.
Los investigadores informan estos y otros hallazgos en un estudio revisado por expertos en la edición del 12 de julio de Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).
La presente investigación se enfoca en un lugar incluido en un estudio más extenso sobre la vigilancia comunitaria de los recursos naturales, realizada en comunidades de seis países: Brasil, China, Costa Rica, Liberia, Perú y Uganda. Un segundo estudio en PNAS sintetiza los hallazgos extraídos de los distintos estudios en estos países, y revela que la vigilancia territorial reduce el uso excesivo de los recursos en todas partes.
Los hallazgos en el estudio de Perú son los más recientes de una andanada de informes donde se ve cómo reconocer los derechos de los pueblos indígenas a su territorio es el modo más eficaz para preservar los escenarios tropicales naturales.
Jacob Kopas, coautor del estudio, señala que “si nuestros resultados se verifican en otros lugares, contar con otros programas similares de vigilancia comunitaria implementados por pueblos indígenas en la Amazonía podría contribuir al manejo forestal sostenible a mayor escala.”
La vigilancia tecnológica y el cumplimiento de la ley impuesto por las comunidades locales y los funcionarios estatales podría fomentar la conservación de los bosques tropicales a fin de combatir la crisis climática. Un tercio de la selva amazónica corresponde a unos 3.344 territorios reconocidos formalmente como propiedad de pueblos indígenas.
Del 2000 al 2015, 17 por ciento de la deforestación de la Amazonía ocurrió en bosques de áreas nacionales protegidas o en territorios inscriptos como propiedad de pueblos indígenas, mientras que 83 por ciento ocurrió en partes de la Amazonía que no están bajo el control de pueblos indígenas ni protegidos por el gobierno.
Los estudios indican que los bosques en estas tierras contienen 37.700 millones de toneladas de carbono, lo que equivale a 29 veces las emisiones anuales de todos los vehículos de pasajeros en el mundo. Talar los árboles libera enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, donde absorbe e irradia calor, lo que contribuye significativamente a la crisis climática.
“Si bien el reconocimiento formal de la titularidad de las tierras a los pueblos indígenas es clave para proteger sus territorios de la deforestación, es más eficaz cuando se combina con la gestión forestal activa, y una robusta gobernanza comunitaria y local,” dice Suzanne Pelletier, directora ejecutiva de Rainforest Foundation US, la organización protectora de la selva amazónica y de los derechos, que ayudó en la concreción del estudio.
Jorge Pérez Rubio, el presidente de la Organización Regional de los Pueblos Indígenas del Oriente (ORPIO), donde se llevó a cabo la investigación, dice que “el estudio comprueba que apoyar a las comunidades con la tecnología más reciente permite reducir la deforestación en nuestros territorios.”
“Ahora tenemos pruebas cuantitativas que muestran que brindarles a las comunidades acceso a los datos de deforestación realmente funciona,” dice Jessica Webb, gerente sénior de compromiso mundial para Global Forest Watch, un sistema gratuito de vigilancia forestal en línea impulsado por el World Resources Institute.
El WRI trabajó estrechamente con RFUS y ORPIO para diseñar la metodología de vigilancia forestal comunitaria, asistiendo en la planificación del estudio y el análisis de datos.
Las herramientas aportadas por Global Forest Watch del WRI fueron vitales para el modelo. Cuando las imágenes satelitales registran cambios en la cobertura forestal, un algoritmo creado por el laboratorio GLAD (Análisis y Descubrimiento Terrestre Mundial) de la Universidad de Maryland detecta los cambios y emite alertas de deforestación. Las alertas están completamente disponibles en la plataforma en línea Global Forest Watch y su app móvil Forest Watcher.
Antes del lanzamiento del modelo, las alertas de deforestación rara vez se filtraban hasta las remotas comunidades de la selva tropical, que no tienen acceso confiable a internet. Los pobladores no estaban al tanto de que había invasores despejando tierras de la comunidad y no podían detenerlos.
“¿De qué sirve la información si solo la ve un grupo de académicos y personas en edificios vidriados?”, dice Tom Bewick, director de Perú para RFUS, quien fue uno de los principales arquitectos de la metodología de estudio e implementación. “Se trata simplemente de poner la información de la deforestación en manos de quienes se ven más afectados por sus consecuencias y que pueden actuar para detenerlo.”
En colaboración con ORPIO, los investigadores principales identificaron 76 poblados en el distrito norte de Loreto que participaron en el estudio. A partir de esta muestra, a 39 comunidades se les asignó aleatoriamente su participación en el programa de vigilancia. Tres decidieron no participar antes de que comenzara el estudio. Cada comunidad asignada al tratamiento de vigilancia identificó y capacitó a tres representantes para que realizaran patrullajes de vigilancia mensuales en los que verificaban los informes de deforestación ilegal. Por otra parte, 37 comunidades fueron asignadas al grupo de control y retuvieron sus prácticas de gestión forestal existentes.
En el curso del estudio, los indígenas expertos en tecnología en un centro regional de datos recopilaron con regularidad informes de deforestación sospechosa, que incluían fotos satelitales e información de posicionamiento global (GPS). Una vez al mes, los mensajeros navegaban por el río Amazonas y sus tributarios para entregar memorias USB con esta información en los poblados remotos. Al llegar al poblado, los monitores descargaban esta información en aplicaciones especializadas para teléfonos inteligentes que luego usaban para guiar a sus patrullas hasta el lugar de la alteración forestal.
En los casos en que los monitores identificaban deforestación no autorizada –típicamente realizada por forasteros que talaban madera para la venta o despejaban tierras para cultivos agrícolas o de coca– las pruebas eran presentadas y puestas a consideración de los miembros de la comunidad en una asamblea general.
En cada caso, la comunidad decidiría colectivamente sobre las medidas que se debían tomar. Si la situación involucraba a narcotraficantes, las comunidades podían decidir presentar las pruebas ante las autoridades del orden público. En circunstancias menos riesgosas, los miembros de la comunidad podían decidir intervenir directamente, afirmando sus derechos y echando a los infractores de sus tierras.
“En la próxima década, si nada cambia, se proyecta que los pueblos indígenas en la cuenca del Amazonas perderán 4,4 millones de hectáreas de bosques tropicales, en gran parte a manos de personas ajenas que invaden sus territorios para talar árboles,” dice Cameron Ellis, geógrafo sénior de Rainforest Foundation US.
El estudio sugiere que la vigilancia comunitaria con detección remota de las alertas de deforestación constituye una alentadora intervención para proteger estos territorios.
“Pero si la metodología de vigilancia forestal y comunitaria fuera ampliamente adoptada y fortalecida por la gobernanza local, sería posible reducir la pérdida forestal en la Amazonía casi un 20 por ciento. Si la estrategia estuviera dirigida a las regiones con las tasas más altas de deforestación, se podría recortar más de la mitad de la pérdida forestal en esas áreas,” dice Ellis.
Usando sus cálculos propios conservadores, y en base a proyecciones de resultados comparables, Rainforest Foundation US estima que la vigilancia forestal comunitaria en Brasil podría salvar 415.000 de los 2,2 millones de hectáreas de selva tropical en los territorios de los pueblos indígenas que probablemente se perderán en la próxima década. En Perú, se podrían salvar 186.000 de 500.000 hectáreas de bosques tropicales en riesgo, controlados por pueblos indígenas.
En el transcurso de los dos años de estudio, se estima que las comunidades del tratamiento impidieron la destrucción de 456 hectáreas de selva tropical, evitando así la liberación de 234.000 toneladas de emisiones de CO2 con un costo de unos USD 5/ton. Rainforest Foundation US implementó el estudio del programa de vigilancia comunitaria con un costo de USD 1/acre por año.
“El programa de vigilancia comunitaria impulsado por ORPIO y Rainforest Foundation US en la provincia de Loreto en Perú tiene vastas implicancias para la supervivencia de los bosques de gestión indígena en toda la Amazonía,” dice Gregorio Mirabal, coordinador general de COICA,
la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica, que reúne a las organizaciones representantes de los pueblos indígenas en los nueve países de la Amazonía. “Nuestra red está lista para asociarse con Rainforest Foundation US y aplicar este modelo tecnológico a nuestras iniciativas de protección forestal comunitaria en toda la cuenca.”
La metodología para prevenir la deforestación podría expandirse con rapidez y por un costo nominal. Las imágenes satelitales están ampliamente disponibles en Global Forest Watch del World Resources Institute y en otras fuentes. Bewick agregó que el proyecto en la provincia de la Amazonía peruana de Loreto es solo el comienzo. “Loreto podría ser cualquier otro lugar,” dice. “Aquí tenemos una solución, rentable y que funciona. Los hallazgos son un fuerte argumento para aumentar la inversión y escalar el modelo. Sería bueno para el futuro: no solo de Perú, sino de todo el planeta.”